Naír
Naír tiene cuatro años y un sombrerito tejido color gris con una flor. Está internada en el Hospital de Niños de Salta y su papá, un señor flaco con rostro triste, la cuida. Él la trajo a la sala de juegos cuando Lucas, mi títere pelirrojo, ya había comenzado a contar su cuento. Naír venía con la sonda puesta y se sentó en la última fila. Cada vez más en la punta de la silla, no sacaba los ojos, muy abiertos, de Lucas; y Lucas contó sólo para ella varias partes del cuento. En medio del cuentacuentos su papá se la llevó y nos dio pena..., ¡pero Naír volvió, ya sin la sonda! Jugó y jugó después del cuentacuentos. Fue la primera en aparecer, cuando Lucas empezó a saludar en la puerta a los chiquitos que salían, como es su costumbre, con un besito cariñoso. No se sabe cómo, pero Naír aparecía otra vez, detrás del próximo chico que saludaba Lucas, y el beso de Naír se hacía más fuerte. La cuarta vez lo abrazó un ratito y salió saltando. Fue la última en irse.
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