Música en el Metro

Dos solistas y gran orquesta. Profesionalidad en automático. Ropa de escenario al despuntar el día. Haydn. Nadie aplaude. La gente tiene las manos llenas de paraguas, bolsos, periódicos. Sonrisa de escenario. Y ahora, Brahms.

Un hombre mayor. Con partitura, afanoso. El clarinete, haciendo de solista en una pieza para violín y orquesta. Justo yerra en la entrada de su parte. A cualquiera le pasa. En la orquesta, cualquiera se equivoca.

La escalera va subiendo la intensidad de la dulzura. Lentas notas en buen francés. Al voltear la esquina está Yves Montand cantando al oído de una mujer pálida.

Chillones acordes y una voz intempestiva. La gente que leía levanta la vista, incapaz de concentrarse. En la próxima estación continuaremos con esta página. Pero si miras, a que pones en la gorra… Sólo mira esa señora de sonrisa azul.

Alegría brasileña. ¡Los genes del baile se despiertan! Risa, risa floja. Pasan dos atardeceres iluminados con velas y colorines de fiesta en la playa hasta el andén.

Una flauta de pastor. Sola. Como un niño loco jugando a tejer el aire, un hombre flaco va sacando hileras de notas cálidas de la madera, las hace vibrar y girar, torcerse, desaparecer de un soplido. En medio del estruendo de la gente que pasa, también loca.

Es de noche afuera, pero el día reluce sin fin en el escenario. No hay hora de la comida.

Comentarios

Anónimo dijo…
Formidable el recorrido musical por el metro de Madrid y maravillosa la sonrisa azul.

Jaime