Concluye la vasija derecha

Ahora bien, he ido regando las flores del camino los días de este tiempo. El agua del río se mezclaba con las lágrimas de la noche. Las flores que han crecido alegraron a mi dueño: porque no eran flores silvestres sino que las sembró el aguatero y las regué yo, acompasadamente, por las rendijas de mi debilidad, al ritmo del caminar del aguatero. Claro que lo que yo veía era mi menguado rendimiento como vasija de agua todo este tiempo. Y mis roturas, al lado de la tersa plenitud de mi compañera de viaje, esbelta y segura. Yo no sabía nada de esas flores, y por eso me sentía culpable e inútil por ser como soy, una vasija cada vez más rota. Cómo me conocía y cómo se valió de mí el discreto aguatero. Qué alegría. Qué alegría que también la sal de las lágrimas haya servido a mi dueño.

Comentarios

Anónimo dijo…
Me impresiona como, en tan poco tiempo, tus vivencias van cambiando tanto. Tus relatos van volviendose mas poeticos, y a la vez, mas personales. Son una forma de descubrir el alma de a poquito. Ya no son solo relatos de cosas que te trae la memoria, son pequeños "diarios" y reflejan tu onda sensibilidad. lau.
Anónimo dijo…
Me impresiona también a mí esta transformación poética de tus relatos.

La confusión de Lau entre "honda" y "onda" permite aventurar quizá que la intimidad de tu alma brota como en oleadas de la hondura de tu sensibilidad.

Te animaría a seguir haciéndolo.

Jaime N.
Anónimo dijo…
que linda alegoría la de las flores. Si son silvestres son solofruto del sembrador, pero cuando so fruto dela vasija "rota " con la colaboración del del aguatero, llegan a tener tanto valor ,a mi entender, que llegan a ser tán valiosas cuanto más esfuerzo se puso.
mamá.