Mirá

Entonces hubo un golpe de viento. Enmudecimos y levantamos la vista todos juntos. Iba una lluvia de hojas secas, cayendo para arriba por el cielo, todas juntas, igualitas a un árbol remolón y dorado volando en dirección a los cerros. Un soplido chasqueó el aire y las confundió con una lejana bandada de gorriones. Un segundo después el viento, inspirando, las desparramó y se hicieron pirpintos, mariposas de luz blanca. Y cuando el viento se cansó explotaron y comenzaron a bajar, blanditas, columpiándose en el aire helado.

(¿Usted qué vio, Sebastián?)

Comentarios

Anónimo dijo…
No soy Sebastian, pero:

Como, en la santa soledad del templo,
sin ver a Dios se siente su presencia,
yo presentí en el mundo tu existencia,
y como a Dios sin verte te adoré.

Y perdona si fueses más de la milonga.
Coni Danegger dijo…
Parece que soy de la milonga aunque no tenga ni una sola gota de porteña. Qué voy a hacer sino,
agradecida, esperar que pase la
comparsa y confiar en anonymous, como siempre.

Gracias.