la señal

Las manos verdes de los cerros se levantan tempranito. Despiden a las estrellas rezagadas y extienden un velo blanco y expectante. Abrazan los pasos enredados, los tejados dormidos, la brisa de la siesta que se entretiene arrullando a los pájaros. Alguien silba por silbar y sale el sol: era la señal convenida.

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