Extrañeza

Golpeó, volvió a golpear. Se miró las manos, extrañada; no era posible que no hubiera nadie en esa casa, si con tanta vehemencia la habían llamado para que fuera de socorrista. Y se cansó, por así decir (ya venía cansada), devolvió las manos al bolsillo y se fue a silbar a otra parte. Prou, guapa.

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