los pollitos

Mientras escribo la Pichulina trae, uno detrás de otro, sus pollitos de madera, me rodea de un lado y otro, me dice "Hola, Coni", "Etos títtedes", habla con los pollitos, me cuenta algo que no entiendo y se ríe ruidosamente, "Etos pollitos etán... ¡perfectos!", "Mire, Coni". Es que estuvimos hablando antes de los títeres de dedo: ella tiene dos y yo estoy de viaje pero claro, viajo con mi titiritaje. Tengo varios títeres de dedos tejidos de la Puna, para contar cuentos: de pez, de tortuga, de liebre, de pato feo y cisne. Ella dudó un poquito, se miró las manos, miró sus títeres y me los prestó. Me parece que allí comenzó nuestra amistad: hasta ahora mucha sonrisita pero no me había prestado nada, y me dio los dos, todo lo que tenía. Un diálogo sin desperdicio: "¿Tenés tus dedos?", "Tí, aquí...", "El perro se pone así, sí. Ahora vamos a contar un cuento".

***
Que este episodio tan corriente me suceda justo hoy es totalmente significativo. Otra vez, escribo para no olvidar.

Comentarios