Y te miro

I
Recorriste milímetro a milímetro
el largo camino hacia mi casa,
volviendo al revés los pasos torpes.
Me vieron tus ojos
quizás
(rápidos como la flecha del viento)
pero quien me alcanzó
de golpe
fue tu corazón
(tu expresivo corazón de niño)
y yo te miré venir
y llegar,
dejar tus arreos en la puerta
mientras traías con vos sólo la risa
y yo te miraba y te miraba,
sorprendida en pleno día, en plena noche.
     Y te miro.

II
La puerta se abrió y mi sorprendida mano
calló de repente.
Entraron primero los ojos y la risa
y las palabras se cruzaron.
No supe bien si yo decía tus palabras
y las mías salían de tu boca.
Quizás.
O sólo había un río de palabras
abrevadas largamente
como las aguas lejanas de un desierto,
claras, frescas.
Salía una palabra nueva
desde el fresco amparo de los siglos.
Y la palabra era torrente cristalino
de sonidos pequeños
y silencios.
La palabra era un silencio pequeño
que se abría a la luz y reposaba.
Así te vio mi voz:
como silencio en el día,
como guardián feliz
del oscuro sol de mediodía.
Al fin escuché llegar tus pasos
lentamente.
Los escuché lentamente
y me volví: habías llegado.
Y te vi.

III
Se abrieron mis ojos
por dentro
y vi tu voz clara
entre la niebla oscura del silencio.
Te vieron mis ojos
claramente.
Se abrió una palabra
y te di mi voz.

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