Bertsolari (Dir.: A. Altuna, 2010)

Me hablaron de los cines Verdi y fui el sábado. Entre las cinco películas que había elegí Bertsolari como instintivamente al leer que se trataba de algo relacionado con la poesía. Me sorprendí; los cines Verdi son algunas de las salas de muchos países en que se mueven las películas europeas poco comerciales y si voy más veces ahí veré seguramente cosas irrepetibles para mí. 
Los bertsolari son los improvisadores de versos cantados en euskera, esa lengua tan extraña. Me pareció que la película trataba sobre todo del momento tremendo en que se pone en tensión la preparación, cuidada por años, del bertsolari, entre que le dan el tema (debe hablar sobre el fuego, sobre Obama, sobre un enredo amoroso, cualquier otra cosa) y comienza el momento milagroso de la creación. La improvisación del bertso se hace delante de un público, cantando a capella, sin ningún aparato de vestuario o movimientos del cuerpo, de la forma más austera. Los bertsos se parecen, claro, a las bagualas, como a muchos otros cantos minoritarios del mundo, y quizás por eso te estremecen.

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