tardecita


No pisoteo mi emoción, no; por eso miro ilusionada cada día al llegar a mi casa si el cartero ha pasado en mi ausencia. Hoy encontré que la Universitat de Barcelona me había echado un sobre por debajo de la puerta. Apresuradamente dejé todo lo demás en una silla y me detuve. Rasgué el papel suavemente y tuve que sentarme en el balcón a respirar el aire fresco de la tardecita. Me sorprendieron las petunias que se abrieron hoy. El sol iba de caída y la gente, mucha gente, pasaba y pasaba. Volví al papel. Me comunicaban las calificaciones de los cursos que tomé, con letra inconfundiblemente sobria e infinitamente trabajada y cordial. Supongo que sonreí. Lo que sé seguro es que respiré de nuevo la tardecita fresca de la primavera catalana al  regresar a casa bajando de Mundet, cansada, y que sigo aún mi regreso a casa.

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