sombrerería

Debo rendirme a la evidencia, tengo casi más sombreros que casa. Chacun a son propre histoire, bien sûr. El tilcareño: negro, de ala ancha y redonda; otro sombrero negro, precioso, que aún no sé describir; el trenzado de color tabaco, pequeñito, que tiene la forma de mi cabeza; el blanco y aireado con bordes de tela; el de lluvia (que en realidad es de lluvia de invierno); el de los chinos, una capelina amplia y modesta. Quizás (y sin quizás) debería agregar mis dos boinas, la beige y la negra, a esta cuenta.

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