Ballet popular

El sábado fui a ver ballet casi impensadamente; Cascanueces me estaba esperando sobre el mostrador de la Secretaría de Turismo. Me esperaba también desde siempre en el teatro una entrada única para la butaca 9 de la fila 28 en el súper-pullman, que resultó lejos, lejísimos del escenario, pero a la distancia justa para que pudiera ver (haciendo abstracción de la cabeza de la entusiasta señora de adelante, que se movía por algún motivo que no comprendí bien). Antes de comenzar la función la orquesta tocó el himno nacional: precioso, como sólo pueden hacerlo las orquestas, quizás por temperamento y por instrumentos; pero no logré cantar y se me comía la voz extrañamente. La puesta fue muy buena y cuidada. ¡Me gustaría saber más de ballet para hacerme a mí misma una reseña! Sólo sé que reconocí recuerdos aquí y allá y me emocioné al ver la belleza del movimiento y de los cuerpos, y que de modo casi gratuito, siguiendo el hilo de algo que había leído hacía poco, me imaginé una serie de fotos de la coreografía y me gustaron mucho las imágenes que pasaron. Fundida en el público del que formo parte, alborozada, me saltó la risa al aplaudir comenzando antes que terminaran las partes, de forma curiosa y reiterada. Quizás es verdad que todos, todos nos conocíamos de alguna forma, de andar por ahí.

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