Picnic para leer

Me parece que haber puesto Rayuela en la mochila fue el argumento más poderoso para decidirme a ir hoy de picnic (claro que sonreía un sol primaveral y yo ya tenía preparada la ensalada de pasta que me gusta llevar al campo). Fui a San Lorenzo, aquí nomás, y busqué un rincón cálido junto al agua cantarina. Comí y bebí sucintamente. Empecé a leer y me olvidé de todo, enfrascada: se me desplegó el capítulo 28, que es como otro libro, y emprendí 130, 151,152, 143, 100, 76, 101, 144, 92, 103, 108, 64, 155, 123, 145, 122, 112, 154; caramba no leí tanto como pensaba, como las vueltas que di. No hay casi indicios pero la Maga tal vez use flequillo y eso explicaría tantas cosas.

Comentarios